jueves, 9 de noviembre de 2017

Un Artista a la Izquierda (Miles W. Mathis)



        Para que lo conozcan: Miles W. Mathis es un pintor y estudioso del latín y la literatura clásica, oriundo de Houston, Texas. Además de llevar varias décadas pintando retratos, desnudos femeninos, y paisajes, escribe asiduamente sobre diversos temas en su blog; desde arte hasta ciencia, critica social, y teorías de conspiración.

        Eso si, hay que reconocer, antes que nada, que el tipo está CHIFLADO; en el amplio sentido de la palabra. Queda más que claro al leer sus locas teorías conspirativas, y de pseudociencias.

        Sin embargo, deberíamos también recordar que con mucha frecuencia los locos y los genios se parecen. Alguien que es todo un lunático y desadaptado en cierto aspecto de su vida (o en muchos de ellos), puede perfectamente ser brillante en otro. La historia nos ha dado muchos ejemplos de eso, desde Newton hasta Kubrick.

        Por eso, entre todos los disparates que escribe, lo que rescato son sus ensayos sobre arte. Muchos de estos ensayos me identifican bastante (o por lo menos me hacen mucho sentido). Si, es peligroso dar espacios a un chiflado, pero en este caso puntual tomaré el riesgo (por segunda vez)... 

        



Un Artista a la Izquierda

"una mirada personal a un tema de Whistler...  "

Miles W. Mathis


        El artista victoriano James Whistler -famoso en Estados Unidos por el retrato de su madre-, publicó en 1890 una colección de ensayos y cartas al editor titulada; "El Dulce Arte de Hacer Enemigos" (The Gentle Art of Making Enemies). Hoy en día es un libro poco conocido y muy difícil de encontrar. 

        A pesar de eso, sigue siendo una de las obras literarias más importantes escritas por un artista. El Códice de Leonardo da Vinci, los poemas de William Blake, y las cartas de Vincent van Gogh a su hermano Theo, deben ser los escritos más significativos salidos de la pluma de un pintor; pero "El Dulce Arte de Hacer Enemigos", es la contra-crítica más importante de la historia. Por si sola enfrenta el problema de la "Teoría del Arte" (y de la crítica), desde el punto de vista del artista.

        Hasta entonces pocos artistas se habían tomado la molestia de escribir en defensa de sí mismos, o del arte en general. Hasta la época de Whistler, simplemente no era necesario. Históricamente, el caso que se daba era "pulchrum est paucorum", es decir, que el arte era para unos pocos. Los artistas tenían que responder a los clientes; a los reyes y a los Papas, a la aristocracia y al clero. El arte era un compromiso entre el artista y el mecenas, un diálogo limitado a dos voces.

        Todos hemos leído sobre la autoridad de estos patronos, especialmente cuando se trataba del Rey, o del Papa. Pero cualquier persona que haya leído sobre historia del arte, sabe que muchas veces el artista también tenia una gran autoridad.

        Miguel Ángel debe ser el ejemplo más claro. Muchos críticos modernos han acusado a los artistas del Renacimiento de haber sido operadores políticos de la aristocracia (Miguel Ángel, con toda seguridad, fue un peón de los Médicis). Sin embargo, los registros históricos contradicen esta noción moderna...

        Los Medicis apadrinaron y educaron a Miguel Ángel; pero nunca lo definieron. Miguel Ángel fue el Van Gogh del siglo XVI: difícil, obstinado, temperamental, incluso psicótico. Luchó sin tregua contra varios Medicis, y contra varios Papas (incluyendo al irascible y autoritario Julio II), y a todos les ganó. Los frescos de la Capilla Sixtina son la concepción de Miguel Ángel, no la de Julio II. El David fue idea de Miguel Ángel, no de los Señores de Florencia.

        Según los estándares actuales, Miguel Ángel tenía un poder y una libertad casi inauditos. Aún si a alguien, en retrospectiva, le da la ilusión de que estaba "acorralado" por los tema del cristianismo y el clasicismo, no hay sentido en criticar su obra por eso. Él era cristiano por convicción propia, no por estar entre la espada y la pared. Amaba a los griegos y sus esculturas, no porque estuviera obligado, ni por moda, ni por fascismo; sino porque la cultura griega le parecía digna de toda su admiración y respeto. No importa lo que la crítica del siglo XX haya intentado hacer con Miguel Ángel, él seguirá siendo la figura principal del arte del siglo XVI; no Julio II, no Alejandro VI, y ciertamente no los Medicis.

        Este equilibrio de poder, que se inclinó hacia el artista en el caso de Miguel Ángel, de Leonardo, de Tiziano, o de Rembrandt (o, ciertamente, hacia el del mecenas en el caso de muchos artistas menores), comenzó a complicarse por la intromisión de otros intereses hacia el final del siglo XVIII.

        Denis Diderot se transformó el primer crítico de arte de peso al comenzar a escribir sobre los Salones de París, durante el reinado de Luis XV. Sus panfletos se publicaban en privado y sólo para la aristocracia, pero marcó el comienzo del fin. El arte ya no era simplemente una transacción entre el artista y el cliente. Ya no era el comprador el único cuyo "gusto" debía tenerse en cuenta...

        A medida que los Salones se hicieron más y más populares durante el siguiente siglo, y cada vez más gente se enriquecía lo suficientemente como para comprar arte  (o al menos tenia tiempo libre para apreciarlo), más personas se volvieron necesarias para la "administración" de este nuevo mercado. Un gran número de escritores fueron contratados para informar a los coleccionistas (y al publico), sobre el arte, sobre sus tendencias, y sobre las teorías que en torno a el se elucubraban. Nacían así las primeras revistas de pintura.

        Al principio, muchos de estos literatos estaban muy bien calificados para criticar pinturas, o al menos tanto como un no pintor puede estarlo: eran escritores de poesía, o de ficción, personas creativas por derecho propio, que entendían el misterio de la creación. Baudelaire, por ejemplo, fue un prominente crítico de arte hacia mediados del siglo XIX. Y después de él, Zola. Pero ya la demanda de tinta estaba superando a la oferta de plumas competentes. Y en cuanto a los artistas; o estaban ocupados pintando, o no podían escribir bien, o simplemente no les importaba.

        Los grandes literatos pronto se dieron cuenta de cuán tonto era actuar como autoridades en un campo de expertis que no es el propio. La pintura no era literatura, y no podía criticarse como literatura. Ello dejó un hueco; y, como bien sabemos; la naturaleza y los medios aborrecen el vacío.

        Afortunadamente para las revistas, abundaban otros escritores dispuestos a exponer sobre cualquier tema, sin importar qué tan ajeno les fuera, o qué tan grande o chico les quedase. Eran hombres que habían sido expulsados de las escuelas, negados por la Academia, despreciados por los colegios; que nunca habían intentado dibujar; y más de alguno hasta daltónico (no me lo estoy inventando): todos alineados para garabatear en los pasquines más avaros.

        Y aquí es donde Whistler entró en la refriega. Escribió su primera carta al editor en 1862. Se quejó en el Athenaeum (Londres), de que en una importante exposición habían cambiado el nombre de uno de sus cuadros por "Mujer de blanco", en clara referencia a una popular novela homónima, cuando el título original era "Sinfonía en blanco, Nº 2". Tuvo que explicar que no tenía relación alguna con Wilkie Collins, ni con su famosa novela. Quería que se entendiera claramente que su arte no tenía referencias literarias, ni las necesitaba.

        En su larga y prolifica carrera escribió muchas de estas cartas, corrigiendo los conceptos erróneos del público, de los críticos, y de la "teoría del arte" en general. Estas cartas son algunas de las replicas más frescas, más completas, y más brillantes en la historia de las polémicas. Las recomiendo a cualquier persona interesada en el arte de la argumentación. Pero Whistler también escribió una pequeña cantidad de tratados, como el que pronunció en su celebre "Conferencia de las Diez en Punto". En todos ellos atacó con destreza las presunciones de los críticos, y su deliberada tendencia a desorientar al público. Finalmente, en 1877, Whistler demandó al famoso crítico de arte John Ruskin, por difamación. Los jueces le concedieron sólo un cuarto de peñique (aún menos que un centavo), pero el estrés del litigio destruyó a Ruskin, y nunca más volvió a escribir sobre arte de nuevo.
     
        El éxito de Whistler en la batalla por definir al arte fue la última victoria del lado de los artistas. Todo el siglo XX, por el contrario, se encuentra definido por los críticos. Vasili Kandinsky fue el único artista de peso del siglo pasado que hizo un intento por pelear contra los críticos, y no tuvo éxito. Ni su arte ni sus argumentos eran tan fuertes como los de Whistler, y de todas formas, fue ampliamente superado en número.

        Hacia finales de la primera y segunda década de siglo XX, los éxitos de Picasso ya habían hecho que cualquier declaración genuina de parte de un artista fuera irrelevante. Picasso se había hecho aliado de todos los enemigos, y la batalla en los viejos términos ya no era posible. El círculo se había cerrado, y el artista con escrúpulos había quedado fuera . Si el crítico lo postulaba, el artista lo verificaba, y el patrón lo compraba; entonces el "arte" estaba completo. Nada más era necesario.   
   
        Y el arte ha existido según esa definición desde entonces...

        Duchamp fue el primero en comprender por completo lo que el siglo XX tardó un tiempo en consolidar por completo; que en la ecuación anterior entre el crítico, el artista, y el patrón; la obra en sí es absolutamente superflua. Si tienes una teoría y una "verificación artística" de esa teoría, y alguien que la compre; tienes un mercado, un mercado al que eres libre de llamar "arte". La "verificación artística" puede ser cualquier cosa; un inodoro roto, una burbuja en el fondo del mar, la idea de una burbuja en el fondo del mar, cualquier cosa. El arte desde Duchamp ha sido una lista pueril de absurdos. De alguna manera, hemos soportado casi 90 años asombrados con este juego. La única virtud de Duchamp fue la aburrirse bastante rápido, y terminar sus días con una emocionante vida ligada al ajedrez.

        A finales del siglo XX, ya incluso algunos de los críticos se estaban cansando del juego. Robert Hughes, critico de arte de la revista Time desde 1970, y un gran apologista del Modernismo, sintió que todo acabaría terminado a principios de los 80s. Pero cada vez que una de las cabezas de la Hydra era cortada (o recuperaba algo de sentido común), dos más surgían.

        El mercado era demasiado lucrativo para dejarlo ir sin pelear. Si los críticos perdían interés, los museos y galerías podían encontrar nuevos articulistas. Y así lo hicieron. Aprendieron de las crisis políticas y financieras de los 80s. Aprendieron a diversificarse: a permitir que una gama más amplia de "estilos" se volvieran arte, siempre y cuando los "estilistas" estuvieran de acuerdo en estar subordinados a los teóricos. Lo llamaron "Pluralismo". Apeló los sentidos de equidad e igualdad de oportunidades, de los que tanto se ufanan en los Estados Unidos, sin abordar ninguno de los dos realmente; y fue perfecto.

        Los comerciantes del arte, y sus esbirros, aprendieron de los políticos el cómo manipular la opinión pública; a como pronunciar las palabras adecuadas en el momento adecuado. El mostrar públicamente sus absurdos y sus inanidades se convirtió en un problema de "libertad de expresión". Aquellos que manifestaban su deseo de ver arte real en los museos contemporáneos, ya no eran intimidados con términos elitistas como; "burgueses", "antiintelectuales", o "frustrados" (como podría haber sido en los 70s). Ahora eran acusados ​​de "censores" y "fascistas". Habiendo alcanzado un nuevo nivel de estupidez, tildaban a sus detractores de "malvados" y "anti-americanos".

      Teniendo que reconocer que casi todas las migajas fiscales que apoyaron este "arte", provinieron de la izquierda, las Vanguardias comenzaron a etiquetar a todos sus opositores como "extremistas de derecha". Esto silenció definitivamente a todos los progresistas que podrían haber deseado algo más del arte contemporáneo. Nadie en la izquierda quería ser asociado con Helms, ni Giuliani.

       En la prensa, el camino se describía ahora como uno que tenía sólo dos vías: o muy a la derecha, o muy a la izquierda. Es decir, o tomábamos lo que teníamos (y nos gustaba), o respaldábamos el arte de "propaganda" neonazi; que glorificaba al estado, y embellecía a los ricos. El hecho obvio de que el camino podía ir a donde nosotros decidiecemos llevarlo, fue oscurecido deliberadamente por los críticos. Como es la ironía del caso: las Vanguardias se convirtieron ahora el Status Quo.

       La derecha tampoco estuvo en desacuerdo con esta forma de presentar la historia. El Wall Street Journal, y el ARTnews, vieron la batalla en los mismos términos. La derecha aceptó las delineaciones de la izquierda, y desde entonces sólo ha estado en desacuerdo con su "sabor". Lo que significa que todo el espectro politico está hasta el dia de hoy, en las antipodas de cualquier idea de autonomía artística. La derecha está cómoda con la politización del arte, sólo quiere que tenga un sabor de derecha.

        Esto nos coloca en una situación única en la historia del arte. Tenemos una institución atrincherada (el Modernismo), pero casi ninguna oposición. Históricamente, siempre las oposiciónes a instituciones arraigadas han venido "desde abajo". Es decir, las instituciones eran aristocráticas o plutocráticas, y el espíritu revolucionario residía en una "clase inferior", más popular. Ciertamente, ese habia sido el esquema hasta el Impresionismo. Ahora, sin embargo, no hay una "izquierda popular". Las Vanguardias se han posicionado hábilmente en el fondo de todo, y nadie puede pasar por debajo de ellas. Cualquier oposición "desde arriba", puede ser calificada como elitista, sin importar que tan desde la izquierda venga. Incluso Ralph Nader y Noam Chomsky pueden ser tachados de aristócratas reaccionarios apenas comiencen a cuestionar al arte de Vanguardia.

        La única crítica intelectual a las Vanguardias que he visto publicada en un medio "mainstream", en los últimos cuarenta años, es por Tom Wolfe (ignoro toda crítica moral o religiosa desde la extrema derecha, por estar fuera de mi argumento). No menciono esto ni para alabar, ni para hundir al Sr. Wolfe: lo menciono porque es una estadística extraña para una "sociedad libre". No puedo creer que la oposición al arte de Vanguardia desde la izquierda y el centro, sea tan, pero tan pequeña; que sea representada por un sólo nombre durante cuatro décadas. Sospecho que esas lecciones fueron aprendidas por los escritores en los años 60s y 70s, y que dichas lecciones no eran en lo absoluto sobre "la libertad". Pienso que el Sr. Wolfe es el único que ha tenido las habilidades necesarias para haber sobrevivido a sus opiniones.

        Esto sólo demuestra que no hay un verdadero diálogo. El arte ha alcanzado un punto de incorrectibilidad, una especie de "presente" extendido, sin ningún futuro. No es más que un reciclaje de posturas y poses, con un sutil cambio de zapatos. La teoría del arte es ahora como una conjetura matemática; una que permite movernos infinitamente por la abscisa, pero ningún movimiento en las ordenadas. Es decir, podemos ir tan lejos como queramos, pero no subir.

        La Vanguardia posee los museos, las universidades, los críticos, los fondos públicos (o lo que queda de ellos), y las revistas. Apela al "Pluralismo", al mismo tiempo que ataca brutalmente cualquier disenso teórico, y excluye a cualquier artista que no capitule. La confianza del artista se ha vuelto sumamente débil y desvitalizada. Por culpa de un siglo de estragos psicológicos; el artista no puede ni imaginarse el cómo podría existir sin el sistema de soporte de vital vendido por las instituciones. Y en el raro caso de que un artista quiera salir del pantano con su pluma, o se de un masaje la laringe y prepare un fatídico discurso, encuentra al público en otra parte: escuchando a un curador en la conferencia del MoMA sobre el tema de moda que deben seguir los artistas. O leyendo el último pasquín de prensa escrito por los sacerdotes del postmodernismo, en el ARTnews, o en The Nation.

        La verdad es que el arte no es una categoría política. No es propiedad ni herramienta, ni de la izquierda, ni de la derecha. El arte no es ni elitista, ni igualitario; es personal; es el regalo del individuo hacia el grupo, y no le debería dar poder a nadie. Pero sólo puede florecer si tiene apoyo de ambos lados. Requiere buena voluntad y estar libre de cualquier influencia política indebida.

        Actualmente no tiene nada de eso, de ninguna de las partes; pero su mayor enemigo sigue estando en la izquierda política. Esto es por la sencilla razón de que la izquierda es dueña del mercado del arte. Según las definiciones aceptadas, lo que le guste a la derecha, ya no se llama arte. Se llama "kitsch", o "pastiche", o "decoración", o lo que sea. Pero ni siquiera es considerado un candidato para estar en los libros que plasmarán la historia del arte moderno. No llega ni a los mejores museos, ni a las mejores galerías. Los escalones financieros superiores del mundo del arte son territorio exclusivo del modernismo y el postmodernismo. Ningún artista vivo que sea aceptado por la derecha recibe millones por una pintura. Andrew Wyeth se acerca, pero él es la única excepción. Incluso las principales revistas y periódicos bipartidistas, como el Time, el Newsweek, y el New York Times, no informan sobre el arte preferido por la derecha (ni por muchos otros en todo el espectro político). El Wall Street Journal rara vez muestra arte que no sea de Vanguardia, pero incluso cuando llega a hacerlo, el tono casi siempre es peyorativo.

        No menciono esto para defender a la derecha, o al arte que prefiere. Lo menciono como prueba de que la mayor parte de la presión sobre los artistas, para que se ajusten a la moda y la política actuales, proviene de la izquierda. Un artista joven, sin importar cuán progresista sea políticamente, no necesita atacar al Partido Republicano, en lo absoluto, porque la derecha sencillamente no tiene poder alguno en el arte.

        Un artista no necesita cuidar su flanco derecho; porque nunca, jamás, será confrontado por fanáticos conservadores; ellos no tienen nada que hacer en este mundillo. De vez en cuando se quejan de sus peores excesos, pero es sólo una voz diminuta, de un grupo que ya es pequeño. Excesivamente pequeño, porque casi nunca gana. Todavía siguen perdiendo todas y cada una de las batallas mediales.

      Es el flanco izquierdo del artista el que está bajo constante presión y ataque. La lista de temas tabúes es inmensa; desde estados de ánimo y tratos, hasta motivos y géneros. Incluso si pocas cosas en esta lista parecen tener un interés inmediato para la izquierda. Y tenga en cuenta la ironía de que todos estos "tabúes" se justifican bajo la rubrica del "Pluralismo", donde "todo está permitido". Todo excepto...

        Comencemos con la belleza. La belleza no solo está prohibida, sino que se niega su existencia. Se considera una construcción social endeble, que existe sólo subjetivamente y como herramienta de una mentalidad superficial y opresiva. Según las teorías más progres, la belleza fue definida por los hombres para justificar su dominio sobre la naturaleza y la mujer. En esta visión, un paisaje y un desnudo son igualmente sexistas y ofensivos, al menos hasta que hayan sido drenados de toda belleza. Sólo entonces podrán trascender su error inherente de tratar al mundo como un objeto abyecto. Si deseas saber más de las complejidades y antecedentes de estas teorías progres, te recomiendo los escritos de Jacques Lacan.

        La salud también está vetada por la critica. Esto se debe en parte, a su conexión con la belleza. Pero hay más, se cree que una pintura saludable es necesariamente poco sincera. Esta no es una era saludable; por lo tanto cualquier representación de la salud o el vigor, será vista con sospecha. La salud también carece de profundidad psicológica. Bajo su lógica; si sólo aprendemos de nuestras penas en este valle de lágrimas que puede ser la existencia, entonces sólo los ignorantes están sanos.

        Los niños y los animales también están prohibidos por los críticos, a menos que sean (o hayan sido), embrutecidos de alguna manera. Este tabú se relaciona con el de arriba. No se puede hacer una crítica social si se muestran niños felices, o animales no amenazados.

       Como se puede ver en los tres tabúes ya enumerados, prácticamente es la figuración lo que no está permitido. Hay algunas excepciones. Se fomenta el representar a los cadáveres, a las muñecas terroríficas, y a los cuerpos desfigurados o malformados. Obviamente son relevantes para nuestra situación política. Gente muy fea, desadaptados, locos, y adictos; todos pueden ser representados si está claro que sirven a la propaganda; son arquetipos (no confundir los arquetipos, con los ideales). Las personas "normales" pueden ser representadas sólo si son odiadas por la izquierda. De esta forma los hombres de negocios se muestran como depredadores, y los políticos agarrados de las mechas entre sí; todo esto está bien para el arte moderno. Pero incluso si votaste por Ralph Nader (e incluso si eres budista y comunista), es posible que jamás te dejen pintar una foto de tu esposa; a menos que tenga cáncer, o haya decidido comerse a tus hijos.

        El talento no está permitido. Puedes pintar cadáveres, pero no debes hacer gala de mucho virtuosismo si lo haces, o harás que los otros artistas que pintan cadáveres se sientan mal. Además alguien en un momento de descuido, podría decir que tu pintura es bella, lo que te lleva de inmediato al tabú número uno. Además, si los críticos permitiesen que el talento vuelva al arte, estarían cerrando su propia puerta. Si por algún motivo las personas vuelven a fijarse en los cuadros en si mismos; ¡no prestarán la debida atención a las explicaciones teóricas!.

        La emoción no está exactamente prohibida, pero se desaconseja. O bien se le ponen ciertas condiciones; tiene que ser muy fangosa y ambigua, y debe estar subordinada al mensaje. Si se trata de una emoción que no se puede expresar con palabras; ¿cómo se usará para que la gente piense como los teóricos quieren que piense?. Las únicas emociones que buscan son las que un crítico pueda explicar: que necesiten aclaración y una teoría para cristalizarlas. Para ellos el "peor" arte; es el arte que tiene emociones de la forma en que las tiene la música. ¿Como podrían fundamentar sus teorías con la música, que se explica por si misma?. Por el contrario; lo que quieren ver en el arte son emociones en otro sentido; emociones como las de una mujer agonizante: ojalá aplastada por algo grande y lleno de testosterona (como un camión de basura, o una pila de revistas pornográficas). Eso es lo que quieren los críticos de izquierda.

        La sutileza está derechamente fuera. Es importante diferenciar entre lo sutil y lo vago. Para los críticos lo vago es bueno, pues requiere análisis. La sutileza, por el contrarió, es otro tabú; implica lo esotérico, la gracia, y las distinciones. Todos signos del snob, sellos distintivos de la aristocracia, que engaña con el hedor de la derecha. Cualquier indicio de la idea de "calidad" es como admitir indirectamente una creencia en las jerarquías. Buen ejemplo es el uso de la palabra "talento"; palabra muy incorrecta  políticamente (la palabra "T"), pues implica distinciones, y las distinciones implican desigualdad.

       La profundidad es tabú por la misma razón. Implica diferentes niveles de comprensión y por lo tanto, también implica una creencia en las jerarquías. Para los críticos toda intención artística debe ser políticamente correcta, en su superficie. Lo vago no necesita ser profundo; una bañera puede ser turbia, un charco puede tener una capa mugre que no deje pasar la luz. Esto es a lo que se debe aspirar en el mundo del arte moderno. Piensa en Andy Warhol: tan profundo como una encimera de vinilo, pero justificado por la teoría de principio a fin.

        Contenido. El contenido dejó de ser permitido en los años 50s y 60s, pero tuvieron que admitirlo de nuevo. Pluralismo, apaciguamiento, ya sabes. El trabajo sin contenido todavía es preferido, pero el contenido que permite un giro político de izquierda está bien (la única excepción es la fantasía izquierdista que dice que el futuro estará bien). El arte como el de Pollyanna es aburrido y atrae a la "clase media" hacia la burguesía. Sus temas también son aburridos, incluso si son de tendencia izquierdista, pues nuevamente tiene implícita la idea de la jerarquía. Y lo peor, es que por lo general sufre de pretensiones de profundidad y sutileza (solo hay pretensiones, la "grandeza" es un mito), y a menudo refleja el "gran" arte del pasado, que es un error categórico para los críticos. El pasado se fue y no hay marcha atrás. Lo que trae a colación...

         Una deuda con el pasado. Los artistas del postmodernismo no deben admitir ninguna posibilidad de deuda con el pasado. El pasado es retrogrado, por definición. Cualquier similitud o paralelismo entre el arte contemporáneo y el trabajo del pasado está, por lo tanto, prohibido. Se hace una excepción sólo para las obras que parodian, difaman, desfiguran, menosprecian, o menoscaban el arte del pasado. Los artistas que toman en serio al pasado son culpables de violar el tabú de la jerarquía, y se exponen a ser acusado de caer en la sutileza, la profundidad, la belleza y la calidad. Esto nos lleva a...

        El arte preferido por la derecha. Dado que la derecha todavía está atrapada en la tradición, sus pinturas y esculturas se parecen a las de los viejos maestros, aunque sean muy inferiores en forma y contenido . Si la obra de un artista "de izquierda" se llega a asemejar al arte del pasado también sería, por el silogismo más simple, similar al arte de la derecha. Esto es lo peor que le puede pasar a un artista de Vanguardia, y ni siquiera se le debe pasar por la cabeza. En conclusión, todo arte progre debe, como principio capital, diferir en forma y contenido con el arte del pasado, y con el arte de derecha. De lo contrario, sería demasiado fácil para las personas confundir sus intenciones.
   
       Hay más que una breve lista de los tabúes más importantes. Por supuesto, hay muchos, muchos otros. No trabajarás en pequeño (la propaganda pequeña no es propaganda en lo absoluto). No escribirás en tus pinturas (pero si lo haces, hazlo de forma ilegible o en esténcil). No escribirás poesía en tu trabajo (pero si lo haces, hazlo de manera ilegible, o cáusticamente, o cita mal a alguien que odias, o plagia intencionalmente). Nunca rimes, excepto como una broma. Nunca menciones la verdad, excepto como una broma. Nunca hagas nada bien, amenos que lo desprecies explicitamente. Y así sucesivamente...

        En el estado actual de las cosas, y a pesar de todas las consignas de libertad, pluralismo, y multiculturalismo; en realidad hay muy poca diversidad. Hay muchos estilos pero sólo dos "escuelas". Y solo una de estas escuelas cuenta.

       Estas dos escuelas son la Decoración y la Política. Por lo general se hacen llamar "Realismo" y "Vanguardia", o "Clasicismo y "PostMo", o lo que sea... Cada cual tiene su propio mercado, un mercado con límites muy específicos que reflejan los límites de la teoría actual de cada escuela. Con todos los estilos que usted ve (abstracción, realismo, impresionismo, fotorrealismo, instalación, vídeo, fotografía, etc.), podría pensar que todas las posibilidades creativas están cubiertas, o que "hay un lugar para todos". Lo pensarías porque los administradores del arte te lo dicen una y otra vez, pero estarías muy, muy, equivocado si te lo crees.

        Por ejemplo, a la primera escuela, el Realismo, le gusta pensar que es una continuación de la tradición. Pero en realidad es sólo una destilado de ella, un vapor ligero como mucho, De todas las lecciones de la historia, sólo unas pocas han permanecido, en forma sombría. En pinceladas, un montón de Sargent y Monet, un pequeño porcentaje de Rembrandt, un toque de Gauguin de vez en cuando, y un aliño de Corot o Inness. Y es eso, o el fotorrealismo con bordes duros, ascético, y plano. Y casi nada más. En cuanto a los temas; barcos de vela, vaqueros, puestas de sol, flores, frutas, y graneros; ocasionalmente algún retrato, y aún más raramente, un desnudo de buen gusto. La falta de ambición en esta escuela es asombrosa. Pero la ambición, en este mercado, no vende. Después de todo, la pintura debe verse bien sobre el sofá y armonizar con el resto de la decoración.

        Pero todo esto ni siquiera viene al caso, ya que según los expertos, no es arte; es kitsch (lo que significa que es basura). Está pintado por artesanos, no por artistas, no cuenta. Lo que sí cuenta es la política. La Vanguardia se basa en la teoría social. La teoría del arte es una subrama de la teoría social. El artista puede pintar lo que quiera, pero no es relevante a menos que pueda estar vinculado a la teoría social actual (por los críticos). El pluralismo, que parece tan rico (incluso caótico), para el observador casual, en realidad se mantiene fuertemente unido por un único hilo. Hubo dos hilos al principio, es verdad; solía ​​existir el "formalismo", además de la política. Clement Greenberg, el padre de los críticos de arte estadounidenses, intentó unir un poco de forma a la política (de izquierda); pero toda la discusión sobre la forma murió en los 60s, y ahora sólo queda la política. La "forma" es ahora la parte plural. Puede ser casi cualquier cosa. Pero la política es muy específica. El arte importante es un arte de ideas. Las ideas importantes son ideas sobre política. Las políticas importantes son políticas que empoderan a los débiles (o se enfrentan a los fuertes). Esto es lo que es el arte hoy en día.

        Llegados a este punto puedes pensar, por supuesto: ¿Entonces qué?; ¿El arte es decoración, o es política?; ¿Son cosas bonitas, o son ideas progresistas?; ¿Qué más puede haber fuera de eso?

        Pues fuera de esa dicotomía, está todo el GRAN ARTE de la historia...

        Nada del Gran Arte ha sido definido sólo por lo decorativo, o lo político. Estas dos categorías, que agotan todos los ejemplos actuales, omiten todo lo valioso que ha habido en la historia. Antes del siglo XX existía toda una tercera categoría completamente distinta a la decoración y la política. Esta categoría se llamaba ARTE. Ahora no sólo se ha extinguido, sino que su extinción ha pasado completamente desapercibida.

        Tomémos al David de Miguel Angel como ejemplo. Alguien podría decir que fue decorativo y político. Decoraba la Piazza della Signoria, y era un símbolo del poder de Florencia. Pero te vuelvo a preguntar, ¿qué es el David para ti, qué te recuerda?. Ciertamente no a una plaza en Florencia, ni a un gobernador del siglo XVI. Para el espectador (cualquier espectador; del siglo XVI o del siglo XXI), el David es una emoción inefable de belleza y profundidad. Es un sentimiento de admiración que trasciende ampliamente cualquier cualquier concepción de política. El David no es una idea en lo absoluto, no requiere ninguna teoría, no sufre ningún contexto, no armoniza a su alrededor. Simplemente es lo que es.

        Tampoco es que esto aplique sólo al David. Algunos me acusarán de tomar un ejemplo que no tiene análogos. Pero les afirmo que todo el Gran Arte, es grandioso de la misma manera, y por las mismas razones, aunque quizás raramente al mismo nivel que el David. Un retrato de Tiziano, una escultura de Rodin, un paisaje de Corot, un grabado de Whistler, una flor de Van Gogh. Todo esto provoca una respuesta emocional inmediata que tiene poco que ver con lo decorativo, y absolutamente nada que ver con la política. El arte visual es diferente al de la palabra, o al de las idea, ya que la mente lo lee directamente, sin ninguna interpretación verbal. En términos científicos, el arte pasa por alto la neocorteza, y habla directamente al sistema límbico. Te afecta como un sueño. Yo digo que cuanta más interpretación necesita una obra, menos artística es. Si un trabajo te hace pensar de inmediato, es que ha ido mal desde el principio.

        Por favor, entiende que no niego la validez de lo decorativo, o de lo político, ni la importancia de la palabra, ni del pensamiento, ni de las ideas. Y ciertamente no estoy negando la importancia de continuar con la lucha por una sociedad más justa, que de oportunidades a todos. Sólo estoy señalando que no todas las formas de comunicarse, se refieren necesariamente a estas cosas. Mi punto es que el aspecto político del arte no es el único aspecto. De hecho, es un aspecto bastante tangencial, en el mejor de los casos. Pero ha resultado ser depredador. Una vez que se admite como parte del arte, quiere serlo todo en el arte. Quiere redefinir el arte como una extensión de sí mismo. El arte puede existir con la política como una de sus influencias; pero no puede existir como una rama de la política. El arte, como se define ahora, ha engullido lo que solía ser el arte. Y el arte original se ha ido.

       Es que no está permitido. Ni siquiera se intentó más. Los mercados, y los clientes, no sabrían qué hacer con algo así, ni siquiera sabrían cómo mirarlo...




        Toma como ejemplo el desnudo de arriba. No está permitido en el mercado del arte Realista: es demasiado frontal, tiene un contenido personal, es directo, no es especialmente decorativo, ni especialmente bello, ni muy bien pintado, tampoco es muy colorido, la modelo tiene una pose extraña (y es un poco extraña, además de no ser voluptuosa). Las pinceladas recuerdan algo a Sargent, es decir, son bravas y expresivas, lo que sería bueno si la modelo no fuera tan complicada.

        Tampoco está permitido por la Vanguardia, por muchas razones. Primero, está muy bien pintado, tiene un exceso de técnica. El artista parece haber estudiado pintura por sí mismo, lo que fue miope de su parte. Hubiera sido mejor que dedicase el tiempo que le llevo pintarlo, en leer el periódico. Además, la pintura no tiene contenido definible. Uno no tiene idea de qué pensar de ella. La única política que parece contener es una objetivación regresiva de la mujer. El cuerpo desnudo no ha sido socavado de ninguna manera. La modelo es demasiada bella (observe la diferencia aquí con el mercado Realista). La muchacha es delgada, y parece parte del material rubio estándar de los sitios para adultos. Su mirada casi alcanza a ser lo suficientemente tensa como para permitir una lectura psicológica, lo único más o menos rescatable. Lamentablemente, el artista es un hombre. Si el artista fuera mujer, podríamos ser capaces de interpretar algo más al respecto. Tal como está, es demasiado sexista, y no de una manera irónica.

        De la misma manera, y casi siempre por las mismas razones, los dos mercados descartan casi todo lo que podría tener algún contenido artístico real (según la definición anterior). Lo que el espectador contemporáneo ve como fallas, el espectador en el pasado lo habría visto como fortalezas. ¿Qué podría haber pensado Whistler de este desnudo?

        Para él, sospecho, también recordaría un poco a Sargent (a él no le importaba demasiado Sargent; aunque pensaba su pintura, a menudo superaba la propia). Pero los tonos bajos, la armonía del color, el fondo simple, la subordinación de la composición al estado de ánimo, el promedio de todo al final, pienso que le habría atraído. La mirada directa, el fuerte contenido emocional, la pose no estándar (expresión de su individualidad), también le habría gustado. Tal vez no le hubiera gustado la modelo (ella está un poco raquítica para los estándares victorianos), pero probablemente habría entendido la conexión de su cuerpo y su actitud, con el estado de ánimo creado. En cualquier caso, le habría impresionado la osadía de la pieza. Es sorprendentemente íntimo, pero no en el sentido erótico. Sino como una persona real que te invita a su intimidad. Ella no es sexy como una pin-up o una estrella porno, por el contrario, te mira como si fueras su amante, como si te conociera. Ella es sexy, pero como una persona completa, inteligente, pensante. Su pubis puede estar en el centro del cuadro, pero son sus ojos los que te atrapan.

        Si lo que digo es verdad, ¿dónde nos deja entonces? Algunos dirán que si el arte está extinto y nadie se ha dado cuenta, ¿por qué debería ser un problema?; ¿Es posible que la gente exija que le devuelvan algo que ni siquiera saben que fue robado?; ¿Realmente necesitamos sonatas, cuadros de fantasías, y libros largos y aburridos? Si la gente está satisfecha con la cultura pop (películas, videojuegos, rap, teléfonos inteligentes, y copias de edición limitada), ¿quién eres tú para criticarlos?

        Algunos están satisfechos y otros no. Sigue existiendo una gran audiencia para los libros antiguos, la música, y el arte. Estas personas no están satisfechas ni con el realismo contemporáneo, ni con la Vanguardia, o la cultura pop. Pero no se ponen de pie y ni le demandan grandes obras a nuestra época, porque simplemente están convencidas de que es una demanda que no se puede cumplir. No quieren parecer ridículos. Tampoco desean parecer poco solidarios: sería odioso sugerir que los artistas no están dando lo mejor de sí mismos. Entonces se quedan en silencio.

        Y los artistas también están en silencio. Históricamente, los artistas han evitado hablar sobre arte ,porque querían que el espectador supiera que el arte no se trata de eso. El arte no se trata ni de explicaciones, ni de historias, ni palabras, ni ideas. Esa fue una de las grandes nociones de Whistler: hacer explícita la analogía entre la música y la pintura, titulando sus escenas "nocturnos" y "sinfonías". Su punto era que si no preguntas sobre una sonata de Beethoven, ¿entonces por qué preguntas por un cuadro? Pero su silencio ha sido la puerta por la cual los parlanchines entraron. La gente quería saber cosas, y los críticos les respondieron; todas las preguntas, incluso cuando tuvieron que decir tonterías para hacerlo. Llenaron las revistas, los periódicos, y las ondas de radio con su parloteo, y han cosechado los beneficios de lo social. Han hecho amigos en todas partes. Y el artista taciturno fue dejado en el sofá, afinando su instrumento, mientras la fiesta se trasladaba a otra parte. Finalmente, por supuesto, el artista fue reemplazado por un recorte. Un recorte de un chico malo con un cigarrillo, una calcomanía que parecía contenta de estar allí.

        Pero la gente del partido no va a renunciar a los sombreros de papel ni al concierto de rock sólo porque el viejo artista susurra "justicia" a través del ojo de la cerradura. Nadie va a irse por su propia cuenta. Los borrachos no escuchan razones; sólo pueden ser ignorados. Superados por un nuevo discurso. Los artistas y entendidos silenciosos deben unirse, y comenzar a hablar de nuevo. Deben recordar a los demás que existen. Deben recordarles las posibilidades, todo el trabajo que queda por hacer. La importancia de crear y apoyar una cultura viva. La importancia para el futuro de creer que la historia no ha terminado. La sensación de que esto vale la pena, eso es lo que nos trae al presente.



Traducido por;

Diego Villegas Riffo

4 comentarios:

  1. Extremos peleando, no llegando a fin.
    Una palabra vacia que refleja los espejos.
    Una luz transparente que no desea.
    Una oscuridad sin sentido que se nubla en cada humano.
    No hay piedad en dar tu palabra.
    No hay piedad en tu sentir.
    La profundidad es algo locamente inadaptado.
    Por lo mismo disfruto mirar los colibris.
    Esperando el equilibrio necesario.

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    1. Bello; pintar un colibrí es una de las cosas que tengo pendientes ;)

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  2. Nada es lo que aparenta. Y, los que se creen poderosos con algo del arte, solo estan en la parte superior de una fosa de agua estancada. Las masas terminaron por etiquetar, y luego tergiversar, el verdadero sentido. Por ahora, solo queda mirar que va a ocurrir.

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  3. increíble como da en el clavo este ensayo, la hegemonía política izquierdista se infiltró y expandió desde las humanidades a las demás ciencias y en este caso el arte. Demonizan a los creadores y normalizan lo mediocre y todo lo falta de sustancia.

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